"El Pacto"
Ashira
se encontraba cada día más fatigada. Ya no era tan joven como antaño y el
último parto le había robado muchas fuerzas. La caza le parecía cada día una
tarea más ardua y sentía el peso de la responsabilidad de sacar adelante a sus
cinco cachorros. Hasta hacía unos años había vivido con tranquilidad su función
de nodriza de la manada, cuidando de los cachorros de Sharka, la hembra
reproductora.
Tras
la muerte de esta a consecuencia de las heridas sufridas en una cacería, su
función en el grupo había cambiado, y ella misma se había convertida en la
nueva reproductora, elegida por Teor, el lobo reproductor. Por alguna razón que
no acertaba a comprender, Teor había declinado las zalamerías de las grandes
hembras cazadoras, y había elegido para perpetuar su linaje a aquella loba
pequeña, joven y alegre, que mediante cabriolas y exagerados comportamientos de
sumisión, apaciguaba los conflictos y se encargaba de enseñar a los cachorros
los ritos del juego, la caza y el cortejo.
Hacía tiempo que Ashira observaba desde la
distancia aquel nuevo asentamiento de bípedos, que de forma incomprensible
habían abandonado las migraciones continuas para establecerse en un meandro.
Habían transformado el paisaje, llenando de cereales lo que antes era pradera,
y construyendo cercados en los que confinaban a las cabras. En los alrededores
de su poblado abandonaban restos de alimentos y deshechos, cuyo olor llegaba a
la manada. La tentación era muy fuerte, pero los bípedos, a pesar de ser lentos
y torpes, siempre habían demostrado ser rivales peligrosos. No obstante sus
batidas ya no eran tan frecuentes, y en los últimos años solían permanecer
junto a sus guaridas erigidas sobre la madre tierra.
Ashira comprendió que no podría
sacar a sus hijos adelante mediante la caza, y empezó a observar día tras día
como los bípedos acumulaban restos comestibles en las inmediaciones de su
poblado. La mayor parte eran huesos, pero no estaban desprovistos de toda la
carne. Además abandonaban vísceras, frutas, verduras y cereales.
Ashira le hizo saber a Teor su
intención de aproximarse al poblado puesto que los bípedos no reclamaban esas
sobras. A Teor no le gustó la idea, pero no se opuso. Ashira se acercó con
miedo, y descubrió los restos de un cordero. Cuando estaba apunto de partir una
pierna por la cadera vio a un humano mirándola. Nunca había visto a un bípedo
tan cerca. Echó las orejas hacia atrás y levantó los belfos, haciendo ver que
no quería pelear pero que lo haría si la obligaban. El humano la contempló y
regresó al interior de su poblado sin molestarla.
Volvió a los tres días, y cuando
estaba buscando entre la basura de los humanos, olió al gran felino. Su rastro
venía del cercado en el que estaban las cabras, y dio la alarma para alertar a
su manada. Los humanos también la oyeron, descubrieron al felino y lo
expulsaron. El humano que la había visto el primer día la contempló desde la
distancia, y aunque Ashira no conocía su lenguaje, le pareció que su gesto era
alegre y amistoso. Al día siguiente volvió y encontró más huesos y vísceras,
que cogió ante la atenta mirada del humano, que la contemplaba tranquilo y sin
hacer ningún ademán de importunarla.
Así pasaron los meses, y Ashira
siguió alimentando a su prole de lo recibido por el hombre, al que alertaba de
la presencia de otras alimañas que pudieran robar lo que ambos disfrutaban en
equilibrio. Y un día se miraron y sellaron un pacto:
-Por ti abandonaré la estepa, dejaré
de migrar en busca de la caza, no te amenazaré ni a ti ni a tus hijos, no
mataré tu ganado, vigilaré tu aldea, serás mi protector. Dejaré de ser lobo- dijo Ashira
-No te faltará comida, ni calor si
tienes a bien acercarte más, no vestiré tus pieles ni comeré tu carne, no te
amenazaré ni a ti ni a tus hijos, serás mi olfato y mis oídos, y mis ojos en la
noche. Te llamaré perro- dijo el hombre.
Y 14.000 años más tarde los
descendientes de Ashira siguen siendo nuestros hermanos.
Fuente: Revista Pelo Pico Pata Nº100
Fuente: Diario del Gato negro |
No hay comentarios:
Publicar un comentario